Tommaso Ottieri



Nápoles, Italia.1971



  Anema e core

Patricia Acal


La pintura debe emocionar a primera vista. Confío en mis emociones al descubrir la obra de un artista. Necesito admirarla, encontrar el ella el potencial suficiente para transformar mi visión, necesito compartir con el artista la misma pasión absorbente para creer en su proyecto, no se hacerlo de otra manera: confío en la obra de Tommaso Ottieri.

Arquitectura urbana, teatros, Iglesias, interiores y construcciones post-industriales conforman la iconografía de su obra. El color, la luz y el movimiento son los elementos que la definen.

Ottieri se diferencia formal y conceptualmente. Intensifica los recursos dirigidos a los sentidos con altos niveles de habilidad técnica. Su pintura es extremadamente sugerente más cercana al romanticismo que a cualquier otra corriente clásica. Oscurece las sombras y transforma la luz en el eje de su pintura revelando en la ambientación nocturna y la iluminación dramática la influencia de Caravaggio.

Característica común en muchas de sus obras es el uso de veladuras monocromas con un resultado increíblemente efectista que consigue la transparencia y el brillo del cristal a través del óleo y la encáustica. La sensación es la de estar ante una pieza de joyería: el azul del zafiro sobre Madrid, rubíes para las calles de Nápoles y los canales de Venecia y el oro para la noche sobre París que se convierte en la ciudad de la luz más que nunca. Realmente impresiona este efecto visual al recorrer una de sus exposiciones, es fácil sentirte en una especie de Wunderkammer contemporánea cuando el espacio está tomado irremediablemente por el brillo de las lámparas del teatro de la Scala o la luz dorada del interior de San Giuseppe.

La perspectiva en las composiciones de Ottieri está frecuentemente distorsionada,  a veces parece mezclar ciudades diferentes ,usa elementos arquitectónicos con libertad e individualidad y dota a la ciudad con formas ensoñadoras que favorecen la grandiosidad del resultado final. La visión de las escenas en profundidad, las amplias vistas aéreas, la estructuración mediante diagonales y la distribución de la luz configuran el espacio como algo dinámico, sin perder la armonía, abarcando al espectador.

Es imposible separar de su obra la influencia de su formación y etapa anterior como arquitecto. Quizá de aquí surge su deseo de proyectar una nueva versión inacabada del presente, como parte del progreso, como homenaje a la mayor creación del hombre. Su universo urbano, aunque basado en lo real, con calles y edificios precisos y detallados, está totalmente interiorizado. Son ciudades conocidas, por las que hemos paseado, lugares en los que nacimos y que sin embargo descubrimos por primera vez ,reinventados por la mano del pintor, por la mirada del artista. La ciudad de Ottieri no es inerte, revive con cada mirada, todos somos, de algún modo, arquitectos delante de su obra. Entonces, como el agua de la tormenta que parece estar a punto de estallar en muchos de sus cielos, nuestra mirada fluirá por su obra inundando cada detalle hasta ahora invisible para rellenar cada lugar con nuestra existencia.

Anema e core están juntos en la obra de Ottieri, no pueden disociarse de su visión personal del mundo. Esa descripción exterior es, de hecho la definición del interior. A pesar de la influencia de Caravaggio o el recuerdo barroco de las diagonales de sus composiciones, nada en Tommaso Ottieri es parecido a otro artista, no “recuerda a”, es Ottieri y esta individualidad es la cualidad que más se puede valorar en un artista contemporáneo.



Superstar

Óleo sobre tabla   

150 x 300 cm

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